Camina hacia una nueva experiencia.
Se encuentra entonces con algunos a quienes dice:
invito a un viaje conmigo,
seamos aventureros,
compartamos los caminos del mundo
tomemos las mochilas y salgamos al universo.
Cada uno es diferente entre sí,
nuestros mundos no congenian;
estaremos siempre separados, pero siempre juntos, seremos una nueva concepción de convivencia.
No nos tocaremos siquiera,
no tendremos necesidad de hacerlo.
-Tal vez nos tocaremos un poco-.
Seguramente nos tocaremos;
pero luego ya no lo haremos.
Así veremos el mundo entero desde muchos puntos de vista,
tendremos mucho por contarnos,
todo será nuevo y conocido,
rutinario pero excitante -la rutina es ineludible-.
Pero eso sí, hay una condición:
no nos prohibamos la desnudez.
La desnudez prohibida y sobre valorizada,
un mal mayor de nuestra milenaria cultura;
todos cubrimos lo que somos,
cubrimos nuestro cuerpo
como cubrimos nuestros pensamientos,
nos enmascaramos para los demás,
especulamos y nos ocultamos.
Nos clasificamos, nos rotulamos: nos convertimos en adultos:
la adultez es un gran engaño con el que nos encadenamos.
Si no vemos nuestra desnudez,
estaremos negándonos a nosotros mismos,
no seremos íntegros, tendremos algo que ocultarnos,
habrá cosas entre nosotros que nos serán prohibidas,
que nos llamarán al recelo y al sufrimiento.
Seguiremos prisioneros de nuestra cultura,
arrastraremos el signo, la señal, la marca,
viajar no servirá de nada; no seremos libres.
Se encuentra entonces con algunos a quienes dice:
invito a un viaje conmigo,
seamos aventureros,
compartamos los caminos del mundo
tomemos las mochilas y salgamos al universo.
Cada uno es diferente entre sí,
nuestros mundos no congenian;
estaremos siempre separados, pero siempre juntos, seremos una nueva concepción de convivencia.
No nos tocaremos siquiera,
no tendremos necesidad de hacerlo.
-Tal vez nos tocaremos un poco-.
Seguramente nos tocaremos;
pero luego ya no lo haremos.
Así veremos el mundo entero desde muchos puntos de vista,
tendremos mucho por contarnos,
todo será nuevo y conocido,
rutinario pero excitante -la rutina es ineludible-.
Pero eso sí, hay una condición:
no nos prohibamos la desnudez.
La desnudez prohibida y sobre valorizada,
un mal mayor de nuestra milenaria cultura;
todos cubrimos lo que somos,
cubrimos nuestro cuerpo
como cubrimos nuestros pensamientos,
nos enmascaramos para los demás,
especulamos y nos ocultamos.
Nos clasificamos, nos rotulamos: nos convertimos en adultos:
la adultez es un gran engaño con el que nos encadenamos.
Si no vemos nuestra desnudez,
estaremos negándonos a nosotros mismos,
no seremos íntegros, tendremos algo que ocultarnos,
habrá cosas entre nosotros que nos serán prohibidas,
que nos llamarán al recelo y al sufrimiento.
Seguiremos prisioneros de nuestra cultura,
arrastraremos el signo, la señal, la marca,
viajar no servirá de nada; no seremos libres.
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