Yo...

Buena vida tengan todos, mi nombre es pedro lahuella y así como me ven

(en realidad aquí no me ven, me leen),

yo no existo, soy una ficción,

me vuelvo materia a través de palabras escritas,

me convierto en sonido a través de la voz de un mortal,

y esparzo mis ideas a través de una construcción castellana:

soy un artilugio enlatado en un fragmento del tiempo y del espacio,

¿para qué?

Esa es una pregunta que me es común a la vida misma

de los que están formados de la materia a la que llaman carne y hueso,

en eso nos igualamos:

en el misterio de existir, atribulados de incógnitas.




(haciendo click en las imágenes podes verlas en tamaño más grande.
)

martes, 9 de octubre de 2007

Puzzle Vital de Final Desconocido

Existencia manda.
Se acercan los elementos.
Una conjunción vaticina, pero no aclara.
Pistas, suposiciones.
En el rellano de mi incertidumbre
solo sufro y lucho por comprender.
Pero no es solo mía.
Leo biografías.
Charlo vivencias.
Comparto escándalos que no me pertenecen.
Rehuyo a los míos.
Ahuyento el hastío.
Desenmascaro los miedos.
Claudico.
Sin embrago, de entre tanta niebla,
el rey sol, la madre luna.
Las estrellas consejeras.
Cartas que anuncian, que guían a través de mil estrellas.
Caminos bifurcados.
En el misterio de mi hacer,
la búsqueda de mi concreción.
Me pongo ansioso.
Una voz me calma.
Es una voz secreta, interna:
No hay imagen final,
Tu única señal: la armonía.

sábado, 6 de octubre de 2007

A Juana Moro

Reverberantes murmullos de tus acciones mujer,
ecos que quedan flotando,
y cuerpo saben tener:
inspiración, alegría.
Hemos perdido la fe,
pero tu historia nos cuenta que igualmente, en el fin mismo,
algo puede suceder.
De boca en boca, como en los más remotos tiempos,
tus actos se han mantenido y tu mote:
-La emparedada-,
lleva en su signo una carta de esperanza:
-La resucitada-,
debería ser ahora tu mote.
Aunque no hubiere tenido más fe.




Juana Moro -1785/1874- fue una mujer nacida en Jujuy, que durante las guerras de independencia, lideró en Salta, junto con Doña Loreto Sanchéz de Peón, una red de espionaje femenina conocida como Las Mujeres de la Independencia. Condenada -en 1814- a morir emparedada en su casa, tras un sitio realizado por los españoles al mando de Joaquín de la Pezuela; finalmente Juana fue puesta en libertad al terminar el sitio y continuó con su tarea patriótica. Luego formaría parte de una lucha también muy larga: los reclamos por los derechos de las mujeres de tener voz y voto en las cuestiones de la vida política y social. Juana fue emparedada a la edad de 29 años, pero murió casi centenaria.

Leyenda de la Primera Existencialista

En los albores de la humanidad, durante las primeras generaciones, vivió una niña que no podía más que observar, la pobrecita. Nació durante los años primeros del lenguaje, cuando aún muchas situaciones se definían por vibraciones guturales que sonaban según el sentimiento que las generara, aunque había un principio de arrolladoras combinaciones sonoras, que empezaban a acomodarse para ciertos objetos o seres. Pero la niña no, la niña no emitía sonido, la pobrecita; sólo ante el dolor o el dolor del hambre, solía escuchársele un grito reclamante y desesperado, concreto. Ante nada más; el resto del tiempo observaba, su cara era un muestrario veloz de articulaciones y gestos puestos al servicio de la sorpresa y la fascinación que le producía lo observado, pero de su boca no salía más que aire. Así fue creciendo la pobrecita, mirando sin decir nada. También las combinaciones de sonidos crecieron ya que, en poco tiempo, la cantidad de combinatorias fijas no sólo definían objetos, personas, animales o lugares si no que hasta alguna que otra idea abstracta, con lo cuál se puede decir que estaba instalada y en pleno funcionamiento la maquinaria del lenguaje. Sin embargo, la pobrecita continuaba sin hablar. No es que no tuviese la capacidad del habla, ella podía perfectamente combinar los sonidos como los demás e incluso emitirlos, lo había comprobado alguna vez, pero generalmente no encontraba la combinación de sonidos adecuada para expresar lo que sentía y el decir cotidiano se le hacía aburrido, inútil y hasta peligroso. Había comprobado en sus observaciones qué cuando hablara nadie iba a escucharla realmente, entonces: ¿para qué participar de esa ceremonia tortuosa de repetición y combinación de sonidos que obligaban al de al lado a devolverle una similar construcción y esto, para colmo, podría dar por resultado tener que hacer algo que no quería? No, era mejor estar callada, mantenerse aparte de la maquinaria infernal que se estaba armando en esas aparentemente progresistas formas de definir todo por medio de sonidos combinados fijos. Como nadie sabía que ella callaba de niña por distracción y de grande por convicción, creyeron que se trataba de un don, vieron en ella la imagen de lo frágil y le dieron un trato especial. Fue por esto que la pobrecita se salvó de los males que azotaban esa época. Nunca tuvo que salir a cazar, ni pelar un animal, ni participaba de las peleas, ni hundía sus manos en la tierra, ni nadie nunca la agredía. Sin duda no hablar tenía enormes ventajas. Y vinieron los calores, los fríos y las aguas del cielo, y las luces que rompen las nubes y quedaron por muchas cuevas. Ya hacía mucho que había muerto el último de sus días primeros y todos los que la rodeaban eran nuevos. No les temía, los había visto salir de los cuerpos de las que habían estado con ella y los vio agrandarse y vio salir cuerpos de sus cuerpos y todos le daban el mismo trato especial que el que los de sus días primeros y los de los días primeros a ella, le daban. La proveían de alimento, de abrigo, la trasportaban y la saludaban con reverencia. Así pasó sus años la pobrecita, observando, sofocada en el enigma de su propio silencio. Fue en un descuido que una pequeña del grupo se escapó, subiendo hasta donde se encontraba la pobrecita y con ojos curiosos se quedó contemplándola largo rato, hasta que extendió su mano y tocó la cara de la mujer recorriendo con devoción las profundas marcas que tenía en el rostro. Esas líneas que no había visto en nadie más del grupo. ¿cómo no las había visto antes? ¿de dónde salían? Eran parecidas a las marcas que dejaban las ruedas en la tierra y los palos que ella misma arrastraba formando marcas que rompieran la huella. ¿Por qué estaban en esa cara? Tantas preguntas más se le formularon en la cabeza que una pregunta sonó de sus labios, sin siquiera meditarla: ¿para qué estamos acá? –dijo la niña. La anciana quedó petrificada. ¿Había olvidado o nunca había sentido el roce con otra piel? El tiempo se cristalizó en un estruendo que se le agolpó en el pecho y un brillo se le afianzó en los ojos: para amar -, susurró.

Filosofador detrás de las Cortinas (fragmentos)

Anoche la primavera,
por la mañana el otoño,
inviernos y veranos
se entremezclan desconcertantes.
Ya nada hay seguro.
En nada se puede confiar.
Padezco, sufro,
me adelanto en cataclismos,
grito por mi propia existencia perdida.
Si el clima no cambiara,
sería señal de eternidad.
***
Cómo ser sin ser visto.
Oprimir el animo.
Conformarse con la insolencia de no descubrirse para nadie.
Guardarse todo entero.
Estar anónimo a la existencia.
Indiferente a la comunión.
Resguardado a la entrega.
Porqué desperdiciarse en un miedo egoísta.
Fumarse el tiempo.
Intoxicarse de encierro.
***
Caminábamos y nos vimos. Todo lo que pienses sobre mi será equivocado.
Soy impredecible. No busco la estabilidad, idolatro los cambios, pretendo la libertad.
Quiero todos los conocimientos, investigo el universo desde la pequeña célula que soy.
Soy una partícula en busca de proyectarse al infinito.
No buscaré cambiar nada en vos. Al menos pondré todo mi esfuerzo en no hacerlo.
No quiero hacerte mío, no quiero poseerte.
Quiero que nos compartamos, que nos individualicemos.
Derribemos juntos los muros de nuestra cultura,
el pavimento con que están asfaltadas las calles de nuestro pensamiento.
***
Extiendo el manto.
Mi horizonte se perpetra.
No veo el infinito
Porque mi existencia no la es.
Está prohibido ver lo inexistente.
Me proyecto,
me postergo para no morir.
Me abalanzo.
Me aprisiono.
Me envuelvo.
Descanso en las pruebas
que marcan mi experiencia.
No puedo creer pero quiero. Lo elijo.
Soy albedrío concientizado.
Me rescato en valores esenciales.
Me dogmatizo en construcción.
Me delimito ilimitado
y tengo la prepotencia de decirlo:
Lo quiero todo.

Poema de la Desacralización

Camina hacia una nueva experiencia.
Se encuentra entonces con algunos a quienes dice:
invito a un viaje conmigo,
seamos aventureros,
compartamos los caminos del mundo
tomemos las mochilas y salgamos al universo.
Cada uno es diferente entre sí,
nuestros mundos no congenian;
estaremos siempre separados, pero siempre juntos, seremos una nueva concepción de convivencia.
No nos tocaremos siquiera,
no tendremos necesidad de hacerlo.
-Tal vez nos tocaremos un poco-.
Seguramente nos tocaremos;
pero luego ya no lo haremos.
Así veremos el mundo entero desde muchos puntos de vista,
tendremos mucho por contarnos,
todo será nuevo y conocido,
rutinario pero excitante -la rutina es ineludible-.
Pero eso sí, hay una condición:
no nos prohibamos la desnudez.
La desnudez prohibida y sobre valorizada,
un mal mayor de nuestra milenaria cultura;
todos cubrimos lo que somos,
cubrimos nuestro cuerpo
como cubrimos nuestros pensamientos,
nos enmascaramos para los demás,
especulamos y nos ocultamos.
Nos clasificamos, nos rotulamos: nos convertimos en adultos:
la adultez es un gran engaño con el que nos encadenamos.
Si no vemos nuestra desnudez,
estaremos negándonos a nosotros mismos,
no seremos íntegros, tendremos algo que ocultarnos,
habrá cosas entre nosotros que nos serán prohibidas,
que nos llamarán al recelo y al sufrimiento.
Seguiremos prisioneros de nuestra cultura,
arrastraremos el signo, la señal, la marca,
viajar no servirá de nada; no seremos libres.

Evaciones 3: el pensamiento mágico

Dicen que los ángeles posan sus pies sobre la tierra,
porque caminan por los planetas,
dejando huellas invisibles.
Dicen que cuando alguno de estos ángeles,
en el entusiasmo de la caminata,
patea con su pie -sin querer se sobreentiende-,
el trasero de algún terrestre;
éste es llenado de gracia,
y en señal de disculpas, nada más le faltará en su vida.
Cuando yo me enteré de esto no pude evitar reírme:
“Las cosas que dice la jejejegente,
las cosas que inventa la jejegente”
Igualmente les recomiendo que, aunque sea una vez,
hagan como yo y se trepen al Everest,
culo para arriba.
Quién les dice... nunca se sabe...

Niño Tercermundista (fragmentos)

***
Ahogar ventana tras ventana
en un enmarañado incompás del tiempo.
Reclutar ejércitos de persianas
para ocultar el sol.
No ser Ícaros en nuestro destino.
Pero el sol se mete por entre las rendijas de las persianas
y choca su lucidez en las paredes blancas de los cuartos.
Grito que no!
Corro al agujero más recóndito.
Atropello raíz y tallo.
No quiero flores, ni sol, ni ventanas débiles:
las cerraré con mantos negros que las escondan,
que las cubran y las olviden in eternum...
Sin ventanas es mucho más sencillo ser
y ser olvido y ser olvidar
y estar olvidado...
***

Trampa para Musas

Dejé de saber acerca de ella no sé en que descuido,
en donde la imposibilidad se hizo carne nuevamente en mí.
Han pasado, no sé, uno, o dos, o mil meses; la he buscado.
Casi olvidándola, la he pensado...
Me imaginé a mí mismo frente a su cajón mortuorio.
He temido y he gemido inconsciencias.
La sé, creído, perdida para siempre.
La tuve en mis regazos, jubilosa y ardiente.
La supe niña, adolescente, pero nunca
(y quizá ésa fue mi suerte),
la supe adulta, constante, seria...
Sí supe de ella deslices y estupideces,
sí tuve de ella virtudes y reconocimientos;
pero la he maltratado y ahora no la encuentro,
la abandoné en el mar de la azul ociosidad.
La he llorado a gritos, la he velado en olvido y dispersión...
La he suplantado en vanalidad concreta y ahora,
luego del crimen y su desaparición,
estoy tratando de construirle alas;
y en cuanto la encuentre se las regalaré.
Vuelvo a soñarme en su velorio,
está allí, apagada, seca, triste,
resignada a su entierro,
envuelta en metros y kilómetros de tules grises
que lloran a su alrededor,
como almas en pena purgando el desconsuelo.
Pero yo traje las alas que le construí
y se las coloco en su espalda:
y ella, mi musa, comienza poco a poco a revivir.
Su respiración retumba en mis sentidos,
y sin poder evitarlo el milagro se produce nuevamente,
dejo todo atrás y me aboco a darle vida en este papel,
mientras ella juguetea por mi sangre.

***
Fui un niño sin cuidados,
Fui un niño abandonado.
Nadie guardó mis recuerdos,
Aquellos que ninguno puede recordar de sí mismo,
Porque cuando uno empieza a recordar
Estos son ya muy lejanos.
Aquellos del tiempo en que uno aún no sabe
El valor de la memoria
Y entonces no se ocupa de guardar nada de uno mismo.
Fui un niño obligado a la adultez.
Un niño tercermundista.
Desprotegido, rodeado de brutez y supervivencia.
No tengo más raíz que mi destino.
No fui arrullado en cultas melodías
Que enriquecieran mi espíritu,
No fui envuelto en exquisitos azahares
Que afilaran mi percepción,
No escuché las voces de sabios que abrieran mi horizonte:
Fui simplemente tierra, existencia pura:
Nací ya muerto.
***
Mirar allá lejos; la frontera.
Andar a tientas con rumbo fijo,
permitir, pernoctar en el momento.
Retomar algún camino,
atravesar la lluvia, encontrar esmeraldas...

Dormir, aún sin querer hacerlo;
encontrarse, chocarse,
procrear cambios, alucinar frutos,
amamantarse.
***

Siguiendo a Lahuella

Pedro Lahuella nació en Bahía Blanca, Argentina, allá por el 1968, pero a la edad de dos años lo trajeron para la capital. Cuentan las anécdotas familiares que éste fue un gran desarraigo para Lahuella, que no paró de hacerle la vida imposible a sus preocupados padres y hermana durante todo el trayecto en auto.Quizá fue allí, mirando hacia atrás por el vidrio del coche, que nació en él el poeta, mientras las lágrimas recorrían sus mejillas y se quejaba del hambre, el frío, de su entrañable casa -que es de donde quería salieran las soluciones a sus reclamos-, y de un mural que no vería más, donde una salerosa española danzaba a la vida. Lo cierto es que Pedro, con el tiempo, comenzó a volcar sus pensamientos y emociones en los papeles, servilletas, boletos y demás. Fue después de que se rompiera su gran amor, que Pedro perdería la memoria emotiva y su historia hubiera pasado al olvido, de no ser por aquellos escritos celosamente guardados. Fue así, leyéndolos, que pudo rearmar su memoria. Por eso el nombre de Lahuella. Sus escritos son, para él, como las migajas que permitieron a Hansel y Gretel encontrar el camino de retorno a su hogar interno.